En un mundo globalizado, cada vez es más difícil distinguir entre países productores y países consumidores de drogas. En la actualidad, los países consumidores también producen (plantas y drogas sintéticas), mientras que en las zonas de producción primaria (de opio o de hojas de coca) el consumo aumenta día tras día. Además, desde hace mucho, hay drogas legales (como es el caso del alcohol) que se producen y consumen en gran parte del planeta.
Por otro lado, los grupos que se benefician con el tráfico ilegal han desarrollado formas muy complejas de producción, comercialización y blanqueo de los beneficios económicos, que han terminado por involucrar a una buena parte de los países.
Consecuentemente, también ha sido necesario establecer convenios y acuerdos internacionales de colaboración para afrontar la situación.
El comercio global de drogas, legales e ilegales, constituyen uno de los mayores negocios a escala mundial.
Cada año, el negocio de las drogas mueve enormes sumas de dinero en todo el mundo, una cantidad de difícil cuantificación, ya que no está sometida a un control oficial.
Según la ONU el comercio al mayor de drogas alcanza los 64.000 millones de euros al año, más del doble de los 28.000 millones del comercio de cereales, principal fuente de alimentación mundial.
Pero esto es sólo una pequeña parte del negocio. Cuando las droas llegan a los mercados de distribución local, su comercio llega a generar un movimiento de 22.000 millones de euros, una cantidad que supone 55 veces lo que invierte toda Europa en la investigación sobre el cáncer.
Cuando un consumidor compra una droga ilegal, paga hasta 25 veces el precio que cobró el productor.
¿De dónde sale todo este dinero? La respuesta es muy sencilla: del bolsillo de la gente que consume drogas. Si distribuyésemos el precio de las drogas que se compran en el mundo entre todos los habitantes del planeta, obtendríamos que cada uno le correspondería un gasto de 50 euros al año.¿ Y quién se beneficia de los ingresos?
En primer lugar y muy destacado, los grandes narcotraficantes y los que “ blanquean” el dinero, seguidos por los intermediarios y distribuidores y, a mucha distancia de ellos, los productores.
Y todo esto sin contar el dinero que se mueven las drogas legales, como el alcohol o el tabaco. Sólo en España, cada año nos gastamos en estos productos más de 18.500 millones de euros, una cantidad similar a la que deberá invertir España entre 2008 y 2012 para cumplir el protocolo de Kyoto contra el cambio climático.